domingo, 21 de junio de 2009

El Papel de la Clase Obrera

La tiranía se encuentra en un momento crítico. ¿Cómo podemos saberlo? Desde la victoria de la Reforma en febrero, el gobierno se ha movido en una campaña de nacionalización de toda la economía nacional. Amenaza a todo el sector privado, amenaza al último medio de comunicación de oposición en el aire, persigue a los líderes de oposición, usurpa las potestades del legítimo y legal alcalde metropolitano de Caracas, usurpa la administración de los puertos a los estados y los transfiere al gobierno central, etc. ¿Por qué este apuro tan feroz en centralizar el poder y en reducir la disidencia a su mínima expresión posible? El primer motivo es porque, luego de la última victoria electoral, el tirano aprovecha su popularidad para terminar de adueñarse del país sin retorno cercano.

Desde el principio, su personalidad y su acción política siempre han apuntado hacia ese objetivo, hacia la consecución definitiva del poder total de la república. Reducir sus libertades a su minima expresión, y disfrutar de la renta pública como si fuera su patrimonio. Esto no hay quien lo pueda negar; ni siquiera el propio oficialismo. El adepto al gobierno que lo niegue lo hace por ceguera o ignorancia. De que el presidente es un tirano no se puede negar si aceptamos todos sus actos y sus palabras como verdaderos, y sus seguidores pueden aceptarlo con sinceridad, pues a ellos no les importa sea cual fuere la forma de gobierno, sino que se gobierne para la “revolución”. Es decir, la tiranía no es el fin del Proceso sino un medio circunstancial para combatir la superestructura ideológica y social imperante en la Venezuela previa a la revolución, y a través de ella progresar hacia el nuevo estadio evolutivo de la sociedad venezolana, el socialismo. Desde este punto de vista la tiranía está totalmente justificada y es totalmente coherente con el pensamiento oficialista. Que el presidente es un tirano es una realidad totalmente incontrovertible.

El segundo motivo por el cual la tiranía está desesperada por centralizar el poder al máximo posible es porque están en una carrera contra el tiempo. La crisis en Estados Unidos ha debilitado mucho al gigante del norte, pero no sin acarrear consecuencias en el mercado mundial, y al volátil mercado petrolero. Lo vemos en al situación en Irán, donde unas elecciones disputadas han llevado a esa república a una oposición de calle abierta en contra del régimen. El que la legitimidad de Ahmedinejad esté en disputa es sólo un síntoma de la debilidad de los regímenes cuya fortaleza depende del mercado petrolero. Lo mismo está sucediendo en Venezuela, y el tirano y sus asesores lo saben. Hay una sola cosa a la que temen tremendamente, y no es a una nueva oposición multitudinaria de la clase media. La pequeña burguesía venezolana hizo su lucha y sus líderes la decepcionaron por completo. Ella no está en condiciones para dar la pelea que está por presentarse, y si la da, lo será en la medida en que se una a la conflagración que está por venir. El partido de la tiranía ha ido conquistando espacios en los sindicatos de trabajadores en todo el país, y está haciendo un esfuerzo por cambiar las reglas de juego que favorecen los intereses del proletariado. Nuestra clase obrera, que si bien no es tan extensa como podría serlo en comparación al lumpen proletariado tan populoso en nuestro país, siempre estuvo del lado del tirano, pero la partidización de los sindicatos y la nacionalización de las industrias ha dejado a muchos obreros en el desempleo. Este sector de la sociedad venezolana está acostumbrado a sueldos y beneficios laborales muy superiores a los que puede ofrecer el gobierno con sus misiones. El status social del que gozan estos trabajadores está en claro riesgo. Muchos trabajadores que antes se identificaban con el tirano hoy podrían estar dudando su apoyo al oficialismo cuando se ven despedido y “expropiados” de sus derechos laborales. Esta clase trabajadora tan numerosa en el estado Bolívar, la mano de obra que pone en funcionamiento los engranajes de las industrias básicas de la nación podrían no estar satisfechas con lo que les están haciendo. La Causa R es el partido que en Bolívar hace oposición a la tiranía, y si su liderazgo tiene la virtù requerida, podrían reducir el apoyo popular del oficialismo en la clase trabajadora, y abrir paso a un movimiento obrero subversivo que desestabilice la firmeza del régimen con consecuencias impredecibles para todos nosotros. En la Guaira los empleados de los puertos se quedan sin trabajo. Son despedidos masivamente porque el gobierno central no tiene los recursos o la logística para hacerse cargo de sus nóminas de trabajadores. Su reacción es la protesta de calle.

¿Por qué el gobierno hace esto? ¿Qué gana con aumentar el desempleo? Es muy sencillo. Los momentos que se avecinan no son prometedores, y los años de las vacas flacas pueden dar fin al régimen del tirano, sea como fuere. En vista de esto hay sólo una medida preventiva que los inocule en contra de este quimérico futuro. Centralizar tanto el poder y los recursos, alcanzar un dominium tal sobre la sociedad venezolana, para hacernos a todos los venezolanos dependientes del tirano. En tal condición de dependencia, en la que para poder sobrevivir y continuar nuestro ciclo vital tengamos que acudir necesariamente al gobierno central sin posibilidad de acudir a otras fuentes, se habrá acabado definitivamente la libertad de los ciudadanos. Si bien ya casi estamos privados por completo de nuestras libertades civiles, al gobierno sólo le queda suprimir nuestras libertades naturales, el derecho a sobrevivir con nuestro propio esfuerzo. Si tal cosa llegara a suceder, si el tirano lograra liquidar por completo la posibilidad de los venezolanos de sobrevivir de otra manera que no fuera del gobierno, será muy difícil vencer su régimen. La consecuencia accidental de su acción para conseguir este fin es el aumento del desempleo. En cambio, si no logra su cometido y en el intento lleva al país a un nivel de deterioro tal que la clase trabajadora, resentida por la pérdida de sus derechos laborales, se insubordina en contra del imperio del gobierno, si la clase media se añade a este movimiento, podría ser que demos al traste con la tiranía de este megalómano histriónico narcisista que tenemos por presidente.


Lysander

domingo, 7 de junio de 2009

Otro logro de la revolución

En el año 1641 se inicia el conflicto bélico conocido como la Guerra Civil Inglesa, la cual se extendió por diez años con estallidos interinos de violencia. La guerra resultó en el fin temporal de la monarquía, en la dictadura de Olivero Cromwell y en más de cien mil muertos. Durante los diez años de guerra Tomás Hobbes observa la necesidad de un gobierno fuerte y central que lograse prevenir la discordia, la guerra y que al mismo tiempo mantuviese el orden y la seguridad ciudadana. Nace el Leviatán. Si nos guiamos por ésta premisa de Hobbes, entonces el Estado venezolano, o mejor dicho el gobierno actual – que lleva más de diez años en el poder – ha fallado rotundamente.

En estos momentos no existe una diferencia marcada entre Venezuela y cualquier país en conflicto armado. Independientemente de nuestra preferencia política, es imposible no observar la profundización de la inseguridad en nuestra ciudad capital y en todo el territorio nacional, y decir lo contrario sería sumamente irresponsable. Existen personajes afines al gobierno que atribuyen esta ola de inseguridad a los paramilitares colombianos que cruzan la frontera o a la propia oposición que manipula las cifras a su favor, dejando el gobierno con una imagen negativa. Sin embargo, la ciudad de Caracas es la que posee el peor índice de homicidios del país y no las ciudades que se encuentran en estados fronterizos y a la oposición no le hace falta inflar las cifras, ya que la inseguridad nos azota diariamente, ya sea a un familiar, a un amigo, a un conocido o simplemente viendo el noticiero en las noches.

Aparte del problema mismo de la inseguridad, encontramos que también existe un problema de transparencia. Esto se debe a que el gobierno no divulga cifras suficiente sobre el fenómeno, que – según encuestadoras - para la mayoría de los venezolanos se encuentra en primer lugar dentro de nuestra lista de prioridades. El Instituto Nacional de Estadísticas sólo tiene cifras referentes a la inseguridad hasta el año 2003, Venezuela no manda información a la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito desde el año 2000, y las pocas cifras que son divulgadas por el gobierno sólo pertenecen a entidades específicas o a períodos de tiempo muy cortos. Por ende, tanto organismos internacionales, como los medios de comunicación privados han dependido de organizaciones no-gubernamentales o instituciones de investigación para conocer las cifras. Dentro de éstas encontramos a: el Instituto de Investigaciones de Convivencia y Seguridad Ciudadana (INCOSEC), el Programa Educación-Acción en Derechos Humanos (PROVEA), el Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la Universidad Central de Venezuela o cifras reunidas por expertos independientes.

El ejecutivo nacional ha intentado (infructuosamente) luchar contra la inseguridad en el país. Encontramos propuestas que incluyen: una Policía Nacional, el Plan Caracas Segura, la Universidad Nacional Experimental de Seguridad y recientemente el Consejo de Seguridad Ciudadana. No obstante, el número de homicidios en el país no deja de crecer a un nivel alarmante y hemos pasado por 12 ministros de interior y justicia, de los cuales ninguno ha podido lidiar exitosamente con el problema.

El estudio de las Naciones Unidas sobre tendencias delictivas y funcionamiento de los sistemas de justicia penal del 2000, ya que el gobierno no ha suministrado cifras para años subsiguientes, concluye que Venezuela en aquel momento era el quinto Estado con más homicidios del mundo (dentro de los más de cien encuestados). Otro estudio llevado a cabo por la revista estadounidense Foreign Policy en septiembre de 2008, encontró que Caracas es la ciudad más peligrosa del planeta, inclusive tomando en cuenta ciudades conocidas por su alto índice de homicidios como Rio de Janeiro, Medellín, Bogotá o Ciudad del Cabo (Sur África). Igualmente la BBC de Londres reconoce el crítico estado de inseguridad que sufre nuestra capital, semejándose a una ciudad ubicada en una zona en conflicto. Para la BBC en el año de toma de posesión de Chávez el índice de homicidios en Caracas era de 63 por cada 100.000 habitantes y en el año 2008 se ubicó en 130. El Washington Post hace un estudio similar que nos dice que a nivel nacional en el año de entrada de Chávez al poder el índice se encontraba en 19 homicidios por cien mil personas y para el año 2007 el mismo creció a 48 homicidios. Para simplificar un poco más las cifras, en 1999 hubo menos de 6.000 homicidios, el año pasado hubo 14.400 y expertos en la materia aseguran que para finales de este año la cifra se ubicara en más de 15.000. En el primer trimestre del año pasado Caracas evidenció 654 homicidios, en los primeros tres meses de 2009 se cometieron 844 homicidios en nuestra ciudad capital. Inclusive hay expertos como Elio Gómez Grillo que dicen que uno de cada tres jóvenes adultos venezolanos tiene un arma de fuego.

El gobierno ha presentado respuestas tardías, ineficaces e insuficientes. Mientras se continúe la división en el país, mientras no se fomente un diálogo entre el gobierno y la oposición, mientras no se implementen los sistemas jurídicos aprobados, mientras no se establezcan políticas públicas verdaderamente eficientes para combatir ésta enfermedad y mientras no se promueva la transparencia y se castigue la corrupción, la inseguridad en Venezuela seguirá en alza y en constante crecimiento.

Al contrario de mis primeros artículos, en este no solicito una acción difícil por parte mía o de mis lectores, sólo les pido que divulguen ésta importantísima información, ya que la Revolución no se ha dedicado a ello (ni si quiera debido a que los menos privilegiados han sido y seguirán siendo los más afectados). Hay que recordar que este gravísimo problema no tiene solución expedita, sino más bien la necesidad de esfuerzo, investigación, responsabilidad y valentía, no dejen convencerse de lo contrario.

Ernesto Bello

domingo, 31 de mayo de 2009

Sobre la Tiranía Demagógica en Venezuela

Afirmo que podemos dividir a la tiranía en dos formas principales. La que se ejerce a través del uso crudo de la violencia para someter la libertad de los ciudadanos, que, si bien se puede procurar un discurso legitimador, no es a través de él que se mantiene en el poder, siendo la violencia el primer instrumento del régimen. Es lo que comúnmente llamamos dictadura. La segunda forma es la que haciendo un uso menos sistemático de la violencia, el poder del régimen se sostienen a partir de un discurso legitimador con carácter demagógico. En la primera forma hay sometimiento directo; en la segunda está disfrazado a través de la argumentación de los líderes. En la tiranía demagógica es fundamental el apoyo popular de una buena parte de la población, lo que se logra a través del discurso carismático, y un uso moderado de la violencia para reprimir paulatinamente a los disidentes del régimen.

En Venezuela vivimos en el segundo tipo de tiranía, encabezada por un líder apoyado en un discurso incendiario, asegurando la defensa de los sectores más excluidos de la población en contra de los más pudientes. Esta forma de tiranía no es nueva en la historia, y desde la Antigüedad se ha repetido cuantiosas veces. Lo que hay que comprender es que el sostenimiento del régimen depende de su apoyo popular, la columna vertebral del poder del tirano. La usurpación se logra cuando el régimen desdobla la legalidad, la corrompe, la quebranta y la manipula en beneficio propio, sin posibilidad de ser detenido por las demás instituciones, al articular su apoyo popular para corromperlas una por una, como en efecto ha venido sucediendo en Venezuela.

El drama de la tiranía demagógica es que, entendiendo que el discurso legitimador tiende a ser ideológicamente débil y endeble, por más que racionalmente se pueda desmontar y desacreditar, el efecto que produce en el pueblo es totalmente emocional, y la conexión entre el tirano carismático y el pueblo empobrecido existe independientemente de la debilidad del discurso ideológico. Por supuesto, resulta más doloroso para aquellos que conocemos la inconsistencia absoluta del discurso del tirano, y no podemos articular una argumentación que libere al pueblo de su embelesamiento ideológico. Sin embargo, hay una cosa que no podemos poner en duda: no porque un régimen afirme gobernar a favor de los más excluidos, no por argumentar su acción en beneficio de los más pobres, no por ello debemos aceptar o justificar que deteriore o corrompa nuestra libertad.

Se nos hará la pregunta, ¿qué le puede importar la libertad a quien pasa hambre? Es común que se nos pregunte esto, y la respuesta debe ser muy sencilla. La libertad no está en una relación inversamente proporcional a la pobreza. Es más, no tienen nada que ver con ella. Combatir a la pobreza jamás está justificado por el medio de corroer la libertad, porque, además de no tener nada que ver la pobreza con la libertad, la tiranía no es nunca la forma de gobierno que realmente resuelve el problema de la pobreza estructural. El que ha leído la historia lo comprobará una y otra vez. Se puede combatir a la pobreza y vivir en libertad y la tiranía nunca demuestra lo contrario. Es por ello que jamás se debe permitir justificar un accionar político tiránico en nombre de la lucha contra la pobreza, primero por ser una afirmación falaz, ya que libertad y pobreza no son contradictorios nunca, y segundo porque la tiranía difícilmente resuelve el problema, como en efecto lo vivimos hoy en Venezuela. Hay un tercer argumento más potente todavía, y es que en el nombre de la lucha contra la pobreza, se ocultan las ambiciones tiránicas de un grupo y su líder. El discurso no es un fin en ningún momento, tan sólo un medio para enmascarar y justificar la tiranía. En tal caso la sensibilidad social demostrada por los adeptos al régimen no es sincera y si lo es estrictamente instrumental. Caer en el error de confundir estos conceptos es lo que permite la legitimación carismática de los regímenes tiránicos.

Podemos confirmar casi a diario el uso irrestricto de un discurso demagógico por parte del Presidente Chávez y sus seguidores. No es necesario profundizar mucho, y es cuestión más de sentido común que de una sabiduría avanzada, el dilucidar la naturaleza del discurso. Si comparamos la retórica del oficialismo y su accionar político, queda en clara evidencia de que Venezuela está bajo una forma de gobierno tiránica demagógica. No queda espacio a dudas de que el discurso legitimador apunta a preservar el apoyo popular de las masas pobres del país para justificar un accionar que deteriora, corrompe y en definitiva destruye todas las instituciones de libertad republicanas. El drama consiste en que éste accionar esté legitimado por el apoyo de un sector más o menos numeroso de la población, y de la dificultad de desenmascarar la falacia del discurso frente a estas personas. Hasta ahora podemos confirmar que la demagogia de Chávez ha sido exitosa, y lo continúa siendo. No por ello deja de ser tiránica.


Lysander.

¿Quien miente?

A partir del año 1925 el petróleo remplazó al café y se convirtió en el producto de exportación más importante para la economía venezolana y por ende la principal fuente de ingresos para el Estado. Ésta fecha marcó el inicio de una época de modernización y crecimiento económico signada por el oro negro. Varios intelectuales dentro de los cuales podemos incluir a Arturo Uslar Pietri y Juan Pablo Pérez Alfonso, han abogado por la necesidad de parte del gobierno de turno de invertir los beneficios monetarios ofrecidos por el petróleo en actividades económicas variadas para así lograr diversificar la economía venezolana y liberarnos de la dependencia del petróleo.
A pesar de haber gozado de más de 80 años para independizarnos de la volatilidad en los precios del petróleo y verdaderamente incentivar el crecimiento de otros sectores productivos, nuestra economía sigue estando atada y sigue siendo esclava del petróleo y su respectivo mercado internacional. Según la Ley de Presupuesto para el Ejercicio Fiscal 2009, el 50,2% de los ingresos del gobierno son provenientes del sector de los hidrocarburos. Como si esto no fuese suficiente, para el primer trimestre del presente año, el 92% de las exportaciones venezolanas pertenecían directa o indirectamente al mismo sector.
Para agregar a las nefastas políticas de inversión del gobierno y el amedrentamiento severo hacía el sector productivo privado, existe una falta de transparencia y numerosas discrepancias en las cifras de producción petrolera de Venezuela, ofrecidas por funcionarios públicos y el mismo presidente de PDVSA.
En la 101ra reunión de la Conferencia OPEP llevada a cabo en noviembre de 1996, la organización de los países exportadores de petróleo decidió tomar en cuenta las estadísticas de seis fuentes secundarias para corroborar que los miembros de la organización estaban cumpliendo con el sistema de cuotas establecido en 1982. Éstas seis fuentes estaban compuestas por: Cambridge Energy Research Associates (CERA), Centre for Global Energy Studies (CGES), Energy Information Administration del Departamento de Energía de los EE. UU. (EIA), Agencia Internacional de Energía (AIE), Petroleum Intelligence Weekly (PIW) y Platts. De las seis, he logrado obtener datos sobre la producción venezolana solamente de la mitad de las mismas, debido a que las tres restantes cobran sumas elevadas de dinero por sus productos estadísticos. No obstante, existen otras agencias y compañías que también ofrecen datos sobre la producción petrolera de nuestros países. A continuación presentare las cifras de producción de Venezuela para el mes de enero de 2009, ofrecidas por distintas fuentes:

Agencia Internacional de Energía: 2 millones 180 mil barriles diarios.

Energy Information Administration: 2 millones 240 mil barriles diarios.
(Departamento de Energía de los EE. UU.)

Platts: 2 millones 250 mil barriles diarios.

Bloomberg Charts: 2 millones 320 mil barriles diarios.

IDP Latin America: 2 millones 485 mil barriles diarios.
(Consultora latinoamericana independiente).

APSO: 2 millones 550 mil barriles diarios.
(Asociación de origen Holandesa que estudia el mercado petrolero).

Rafael Ramírez: 3 millones 187 mil barriles diarios.

La diferencia entre las cifra oficial y la de las fuentes secundarias se promedian en 822 mil barriles diarios. Algunos personajes apegados al gobierno aseguran que la diferencia se debe a que las cifras no incluyen la producción dada en la faja petrolífera del Orinoco, debido a su carácter de petróleo extra-pesado, sin embargo, la Agencia Internacional de Energía, la Energy Information Administration y APSO especifican que sus cifras sí incluyen la producción de la faja.
A finales del mes en curso, la compañía auditora inglesa Inspectorate fue contratada por el gobierno venezolano para auditar sus cifras de exportación, la compañía afirmó que Venezuela exportaba 2 millones 500 mil barriles diarios. Es decir, la cifra presentada por el ministro Rafael Ramírez podría ser verdad, si le sumamos el consumo interno de petróleo calculado en 600 mil barriles diarios.
Para sumar a la confusión PDVSA alega que exportó en diciembre de 2008, 495 mil barriles diarios a China y la Administración General de las Aduanas Chinas dice que sólo recibió 168 mil barriles diarios. ¿A quién le creemos?
Un gobierno debería trabajar para mantener informado a su pueblo de todas las acciones ejercidas por el mismo, y más cuando se trata del primer sector económico del país. En una democracia es necesaria la transparencia y la rendición de cuentas de manera constante, sino la misma se empieza a debilitar, ya que los gobernantes esconden y/o manipulan la información del desempeño del Estado, el mismo Estado que según la Revolución Bolivariana, ahora es de todos. No es posible que el gobierno sólo busque aclarar la situación (a través de la decisión de contratar a Inspectorate) cuando necesita aparentar estabilidad y rendimiento al momento de solicitar préstamos en el extranjero (Japón y Brasil), debido a su inédito nivel de endeudamiento y su crítica situación financiera.
Independientemente si nos encontremos a favor o en contra de un gobierno, siempre debemos cuestionar y corroborar la información ofrecida por el mismo y más si es de una naturaleza tan delicada como lo es el petróleo para los venezolanos. Y en cuanto a la producción petrolera de Venezuela, todavía no conocemos la verdad, sólo podemos anhelar que algún día se divulgue.

Ernesto Bello

domingo, 24 de mayo de 2009

¿Qué Hacer?

Muchas veces nos preguntamos esa pregunta cuando nos damos cuenta de que, luego de haber marchado tanto, de haber acudido con tanta insistencia a los órganos del Estado, no logramos evitar el avance de la tiranía. Nuestros espacios institucionales se agotan, y cada día las manifestaciones de calle logran menos. Si bien es cierto que en un tiempo nuestras marchas y demostraciones obstaculizaron el avance del régimen en su campaña para destruir la libertad de los venezolanos, ahora resulta, más que antes, que las manifestaciones de calle y los documentos oficiales son insuficientes frente aun tirano obsesionado con el poder. Para que su ego alcance este objetivo él tiene que reducir la libertad y la dignidad de los venezolanos al mínimo. Luego de aplastarnos y someternos, el podrá disfrutar sin restricciones los bienes del Estado, para complacer sus placeres y ambiciones internacionales, su delirio de imitar las glorias de Fidel Castro. Nosotros los venezolanos que tenemos un mínimo de dignidad, que apreciamos la libertad y que admiramos las instituciones republicanas, debemos hacer todo lo que sea necesario para evitar el crecimiento de este tirano.

Si es que ya agotamos los medios institucionales, si es que ya las manifestaciones públicas no detienen la ferocidad del tirano y sus lacayos, la pregunta obvia que nos podemos hacer los venezolanos cívicos es ¿qué hacer? ¿Cómo detenemos el avance del régimen? ¿Qué hacemos para salvaguardar lo poco de libertad que todavía preservamos? Lo que los venezolanos debemos aceptar es que el momento para la lucha institucional, las demostraciones de calle y la oposición leal está llegando a su fin. Por más que Ledezma lo intente, por más que nuestros gobernadores y alcaldes defiendan nuestros espacios, el servilismo de las instituciones del Estado al Tirano es irreversible. ¿Qué hacer? Hay varias actitudes que podemos asumir, una de ellas es desertar el país. La otra es aceptar el problema, olvidarlo y luchar como podamos para sobrevivir bajo las nuevas condiciones. O podemos continuar la lucha política por otros medios. La primera es la acción más racional, y responde a los principios más fundamentales de la supervivencia añadida a un amor mínimo por la libertad. La segunda consiste sencillamente en arrodillarnos al régimen, aceptar su dominación y vivir como esclavos de la tiranía. Esta es la condición más servil y lamentable en la que un ciudadano puede vivir, aceptar su propio sometimiento. La tercera es donde se requiere de mucha virtud y valentía y es de donde nacen los héroes.

Para los intereses de este artículo sólo hablaré de la tercera opción. Para ello retomaré la argumentación de mi artículo anterior. El tiranicidio es un acto de heroísmo desde un punto de vista ético, porque decapita a un régimen viciado que oprime la libertad de ciudadanos en una república. El problema fundamental de este acto es que requiere de un héroe, un ciudadano con unas características físicas y morales muy específicas difícilmente de encontrar. Les hablo del tiranicidio porque en momentos en los cuales las condiciones objetivas de nuestra forma política están alcanzado un punto en el que ya no son totalmente inútiles para nuestro interés fundamental, que es la protección de la libertad. Luego de esto los ejemplos dramáticos son la única salida cuando el amor por la libertad es sencillamente insuperable.

La pregunta subsiguiente sería, ¿hay en este país alguien o algunos dispuestos a poner en riesgo y sacrificar lo poco de bienestar que la república les puede dar? Es cuando volvemos al problema del individualismo crónico, y a las condiciones morales de un pueblo formado por individuos que, totalmente obsesionado con los pequeños beneficios que pueden exprimir del sistema, mantienen la cabeza baja y prefieren una vida de servilismo a la gloria que consigo trae el servicio a la república y a la libertad. Yo establezco que está llegando el momento de que nuestro compromiso con la libertad no se limite a manifestaciones de calle y a entrega de documentos oficiales o a quejas dirigidas a órganos oficiales del Estado. El momento para esas movidas se acabó. En este momento esas instituciones ya han sido completamente sometidas por el régimen, y su accionar estará siempre dirigido a protegerlo de las amenazas internas. Hacer el papel de una oposición leal en un sistema político que fortalece al tirano es formar parte de la misma estructura que fortalece su dominio. Lo que antes era una oposición que frenaba sus ambiciones, hoy es un fundamento para legitimar su fachada democrática. Toda la fuerza de la institucionalidad está comenzando a apuntarse a reprimir y perseguir a los líderes de oposición. Cada día guardan menos las apariencias, porque cada día se les agota más el discurso legitimador, y para compensar acuden al uso arbitrario de la fuerza. Cuando ellos han quebrado la constitucionalidad de tal manera que ni nosotros podemos refugiarnos en ella sin fortalecer a nuestro enemigo, llega la hora de dar los ejemplos dramáticos y las acciones dirigidas a un verdadero derrocamiento del tirano. La primera opción es el tiranicidio. Me pregunto ahora ¿hay alguien que en este país esté dispuesto a correr ese riesgo?


Lysander

Familia, marchas y comodidad

Siendo este el último – por ahora – de mis artículos relacionados con el individualismo crónico de los venezolanos, escogí tratar dos temas, uno estructural y fundamental para el progreso de cualquier sociedad, que es el tema familiar. El otro mucho más coyuntural y reciente, relacionado con las marchas que se han llevado a cabo estos últimos años y las cuales seguirán ocurriendo.

Una de las principales razones por la cual los venezolanos somos tan individualistas se resume en una palabra: familia. Nunca voy a abogar que otros asuntos sobrepasen en importancia a la familia, pero sí hay formas de crear un equilibrio entre las necesidades de nuestros seres queridos y las necesidades de la sociedad y del Estado. Aquellos miembros familiares que mantienen económicamente a la familia, tienden a pensar que no pueden poner en peligro su fuente de ingreso (su empleo o empresa), ya que tienen que mantener a sus hijos, esposas o esposos. A pesar de que esta forma de pensar es comprensiva y lógica, no siempre es correcta o justa.

Sé que lo correcto o lo justo es relativo, ya que depende de las concepciones de cada quien. Sin embargo, existen ciertas acciones que son irrefutables. Cuando el silencio de un empleado o patrón, causa que otros cometan acciones de manera irrestricta y perjudiquen a terceros, entonces la necesidad de mantener a una familia se convierte en una escusa cobarde y sumamente nociva para los demás. La gran mayoría de mis lectores dirán que para ellos lo más importante son sus familias y sus seres queridos y si eso requiere obviar ciertas anormalidades, pues bien, que así sea. No nos damos cuenta que justificando nuestras acciones o mejor dicho, falta de acciones, lo que logramos es que se afiancen costumbres corruptas e individualistas, que terminan creando un ambiente negativo para nuestra familia, la cual intentábamos proteger en un principio.

Como lo he dicho en innumerables ocasiones las acciones menos individualistas nunca son fáciles de hacer, más bien al contrario son las más difíciles de llevar a cabo. Mi propósito no es hacer que cambien sus acciones, sólo que tomen responsabilidad por las mismas. Si se quedan callados, si obvian e ignoran delitos cometidos, por miedo a las represalias, sepan que sus acciones causan daño grave y hasta a veces irreparable y permanente. No hay como negarlo. La mejor forma para facilitar la decisión de crear un equilibrio entre familia y sociedad, es la sinceridad y la comunicación entre los miembros de una familia. Si al momento de dar inicio a una familia tu pareja conoce tu manera de pensar, tu manera de tomar decisiones, tus valores, y aun así te acepta, se te va a hacer mucho menos complicado o difícil tomar una decisión que seguramente sería mal vista en una familia en la cual no existiese comunicación suficiente o conocimiento de sus miembros.

La idea no es satisfacer requerimientos materiales de corto plazo, muchos de los cuales son dispensables, es ofrecer a nuestros hijos valores, principios, educación y herramientas que los ayuden a mediano y largo plazo. A la vez asegurar y mejorar la calidad del ambiente en donde se van a desempeñar en un futuro, es decir el Estado venezolano.

Ahora el tema de las marchas, a pesar de que las considero necesarias e importantes para dar a conocer una opinión o para rechazar y protestar medidas excluyentes, antidemocráticas y dañinas por parte del gobierno, no son las única opción que tenemos los opositores para luchar. Más importante es la organización que tanto le falta a la oposición. Me dirán que es un problema de la dirigencia política, y tienen razón, pero no exclusivamente. Estar informado de lo que ocurre en el país y nos desfavorece, es una característica indispensable para lograr consolidar la oposición, tener presente tanto nuestro derechos como nuestros deberes es fundamental para conocer el grave estado de la democracia y la sociedad venezolana y finalmente les recuerdo que sí es posible encontrarse preocupado, informado y atento a la situación del país y no desarrollar una patología mortal, ya que muchos emplean la escusa de la salud para no participar, para no leer, para no discutir, o para no luchar. Todavía no hemos entendido que la lucha no sólo es en contra del gobierno, sino en contra de la apatía, de la desidia, del oportunismo, del conformismo, del abuso, pero principalmente del individualismo que encontramos en la sociedad venezolana.

“La gota de agua horada la piedra, no por su fuerza sino por su constancia.” Publio Ovidio Nasón

Ernesto Bello

domingo, 17 de mayo de 2009

¡Que tristeza!

En un principio tenía previsto exponer el tema de la familia y el individualismo, sin embargo, mi creciente indignación me hace dirigirme a ustedes como ciudadano venezolano preocupado por la apatía y el desinterés de los venezolanos. Estas palabras van dirigidas principalmente a aquellos que nos encontramos en contra del gobierno y no hacemos nada. Aclaro que no todos los opositores son apáticos e indiferentes, pero casi la totalidad si lo es.


Bueno suficiente introducción. Tristeza, tristeza es el sentimiento que deberíamos sentir todos. Hemos perdido nuestro país y habernos quedados con los brazos cruzados nos hace cómplices. No es posible que la única forma que nos sintamos afectados es si las acciones del gobierno nos perjudica directamente… ¡
que egoísta somos! El gobierno se ha convertido en una entidad monstruosa, acercándose a la omnipotencia. No existe división de poderes alguno, se manipula y se esconde la verdad, se encarcela a los inocentes y se defiende a los culpables, se afianza la corrupción descontrolada (nunca antes vista), se expande y se consolida la inseguridad, el secuestro, la droga, se excluye a la mitad de la población, se confiscan empresas y tierras arbitrariamente, se despilfarra más de 850 mil millones de dólares, se aplasta la cultura distinta al proceso revolucionario, se divide la sociedad, se hunde la economía, se burla la democracia, se destruye el país, y como no nos afecta directamente, no nos importa, nos hacemos la vista gorda. Que tristeza. Nos controlan, controlan nuestro futuro en el país y nos da igual. Que tristeza. Estamos exclusivamente atentos de la situación cambiara, porque la misma limita y condiciona nuestros viajes, nuestras compras y nuestra diversión.


Nos da igual (¡sí! no hacer nada es como si nos diera igual) no vivir en democracia, es más, nos da igual no conocer un concepto mínimo de los que es la democracia. Nos da igual que otros sufran, que otros abusen, nos da igual que el futuro de nuestros hijos y de los jóvenes este en la cuerda floja. Que tristeza. Todo lo mencionado arriba e innumerables acontecimientos más están acabando con el Estado, y no hacemos nada, absolutamente nada. Que tristeza.


Somos culpables. Que sabroso es quejarse a puerta cerrada y en la comodidad de nuestros hogares. Que fácil es esperar que otros luchen por nosotros. Que conveniente es enfrentar las amenazas, cuando ya están tocando la puerta. Que chévere es solventar todos los problemas yéndonos de vacaciones, a la playa, a reuniones familiares, a fiestas, a rumbear, y olvidándonos de la grave y crítica situación por la cual atraviesa la nación venezolana. Que culpables somos. Me da tristeza en lo que se ha convertido el venezolano. Que indignación, que dolor…que tristeza.


Casi todos ustedes (mis pocos lectores) dirán: “¿Qué le pasa?”, “¿Quién se cree?”. Mi respuesta a este tipo de comentarios es que no me creo nada más que lo que soy. Estoy seguro de que he cometido errores igual que todos ustedes, sin embargo intento corregirlos, enmendarlos, mejorar. No podemos seguir actuando como unas ovejas apoderadas por el miedo. Tenemos la capacidad de cambiar, de transformar nuestro país, nuestro hogar. Dejemos de tener tanto en cuenta el aspecto monetario de nuestras vidas, estudiemos y trabajemos para aportarle algo a la sociedad, para ir más allá, para hacer diferencia. Lo mencioné en mi artículo pasado, pero creo que es necesario recordarlo siempre: nada es fácil y mucho menos cuando nos enfrentamos a un gobierno tan poderoso y manipulador como éste. Lo más difícil de conseguir y reunir es la voluntad de seguir, de seguir en Venezuela, de luchar por democracia, de velar por los derechos de todos, y creo que muchos la tenemos, quizás no la sabemos aprovechar o no la sabemos direccionar adecuadamente, pero sí la tenemos.


Suavizando un poco el tono, jamás es tarde para cambiar. Por más diminutas que sean nuestras acciones, siempre serán válidas, debemos hacer algo, debemos protestar, debemos expresarnos, debemos construir, debemos aportar, debemos discutir, debemos interesarnos, debemos informarnos, debemos luchar… por lo tanto, debemos cambiar. No vivimos solos, pero además no sólo podemos vivir para nosotros.


Siempre vamos a poder hacer más… piénsenlo.


Ernesto Bello