domingo, 31 de mayo de 2009

Sobre la Tiranía Demagógica en Venezuela

Afirmo que podemos dividir a la tiranía en dos formas principales. La que se ejerce a través del uso crudo de la violencia para someter la libertad de los ciudadanos, que, si bien se puede procurar un discurso legitimador, no es a través de él que se mantiene en el poder, siendo la violencia el primer instrumento del régimen. Es lo que comúnmente llamamos dictadura. La segunda forma es la que haciendo un uso menos sistemático de la violencia, el poder del régimen se sostienen a partir de un discurso legitimador con carácter demagógico. En la primera forma hay sometimiento directo; en la segunda está disfrazado a través de la argumentación de los líderes. En la tiranía demagógica es fundamental el apoyo popular de una buena parte de la población, lo que se logra a través del discurso carismático, y un uso moderado de la violencia para reprimir paulatinamente a los disidentes del régimen.

En Venezuela vivimos en el segundo tipo de tiranía, encabezada por un líder apoyado en un discurso incendiario, asegurando la defensa de los sectores más excluidos de la población en contra de los más pudientes. Esta forma de tiranía no es nueva en la historia, y desde la Antigüedad se ha repetido cuantiosas veces. Lo que hay que comprender es que el sostenimiento del régimen depende de su apoyo popular, la columna vertebral del poder del tirano. La usurpación se logra cuando el régimen desdobla la legalidad, la corrompe, la quebranta y la manipula en beneficio propio, sin posibilidad de ser detenido por las demás instituciones, al articular su apoyo popular para corromperlas una por una, como en efecto ha venido sucediendo en Venezuela.

El drama de la tiranía demagógica es que, entendiendo que el discurso legitimador tiende a ser ideológicamente débil y endeble, por más que racionalmente se pueda desmontar y desacreditar, el efecto que produce en el pueblo es totalmente emocional, y la conexión entre el tirano carismático y el pueblo empobrecido existe independientemente de la debilidad del discurso ideológico. Por supuesto, resulta más doloroso para aquellos que conocemos la inconsistencia absoluta del discurso del tirano, y no podemos articular una argumentación que libere al pueblo de su embelesamiento ideológico. Sin embargo, hay una cosa que no podemos poner en duda: no porque un régimen afirme gobernar a favor de los más excluidos, no por argumentar su acción en beneficio de los más pobres, no por ello debemos aceptar o justificar que deteriore o corrompa nuestra libertad.

Se nos hará la pregunta, ¿qué le puede importar la libertad a quien pasa hambre? Es común que se nos pregunte esto, y la respuesta debe ser muy sencilla. La libertad no está en una relación inversamente proporcional a la pobreza. Es más, no tienen nada que ver con ella. Combatir a la pobreza jamás está justificado por el medio de corroer la libertad, porque, además de no tener nada que ver la pobreza con la libertad, la tiranía no es nunca la forma de gobierno que realmente resuelve el problema de la pobreza estructural. El que ha leído la historia lo comprobará una y otra vez. Se puede combatir a la pobreza y vivir en libertad y la tiranía nunca demuestra lo contrario. Es por ello que jamás se debe permitir justificar un accionar político tiránico en nombre de la lucha contra la pobreza, primero por ser una afirmación falaz, ya que libertad y pobreza no son contradictorios nunca, y segundo porque la tiranía difícilmente resuelve el problema, como en efecto lo vivimos hoy en Venezuela. Hay un tercer argumento más potente todavía, y es que en el nombre de la lucha contra la pobreza, se ocultan las ambiciones tiránicas de un grupo y su líder. El discurso no es un fin en ningún momento, tan sólo un medio para enmascarar y justificar la tiranía. En tal caso la sensibilidad social demostrada por los adeptos al régimen no es sincera y si lo es estrictamente instrumental. Caer en el error de confundir estos conceptos es lo que permite la legitimación carismática de los regímenes tiránicos.

Podemos confirmar casi a diario el uso irrestricto de un discurso demagógico por parte del Presidente Chávez y sus seguidores. No es necesario profundizar mucho, y es cuestión más de sentido común que de una sabiduría avanzada, el dilucidar la naturaleza del discurso. Si comparamos la retórica del oficialismo y su accionar político, queda en clara evidencia de que Venezuela está bajo una forma de gobierno tiránica demagógica. No queda espacio a dudas de que el discurso legitimador apunta a preservar el apoyo popular de las masas pobres del país para justificar un accionar que deteriora, corrompe y en definitiva destruye todas las instituciones de libertad republicanas. El drama consiste en que éste accionar esté legitimado por el apoyo de un sector más o menos numeroso de la población, y de la dificultad de desenmascarar la falacia del discurso frente a estas personas. Hasta ahora podemos confirmar que la demagogia de Chávez ha sido exitosa, y lo continúa siendo. No por ello deja de ser tiránica.


Lysander.

¿Quien miente?

A partir del año 1925 el petróleo remplazó al café y se convirtió en el producto de exportación más importante para la economía venezolana y por ende la principal fuente de ingresos para el Estado. Ésta fecha marcó el inicio de una época de modernización y crecimiento económico signada por el oro negro. Varios intelectuales dentro de los cuales podemos incluir a Arturo Uslar Pietri y Juan Pablo Pérez Alfonso, han abogado por la necesidad de parte del gobierno de turno de invertir los beneficios monetarios ofrecidos por el petróleo en actividades económicas variadas para así lograr diversificar la economía venezolana y liberarnos de la dependencia del petróleo.
A pesar de haber gozado de más de 80 años para independizarnos de la volatilidad en los precios del petróleo y verdaderamente incentivar el crecimiento de otros sectores productivos, nuestra economía sigue estando atada y sigue siendo esclava del petróleo y su respectivo mercado internacional. Según la Ley de Presupuesto para el Ejercicio Fiscal 2009, el 50,2% de los ingresos del gobierno son provenientes del sector de los hidrocarburos. Como si esto no fuese suficiente, para el primer trimestre del presente año, el 92% de las exportaciones venezolanas pertenecían directa o indirectamente al mismo sector.
Para agregar a las nefastas políticas de inversión del gobierno y el amedrentamiento severo hacía el sector productivo privado, existe una falta de transparencia y numerosas discrepancias en las cifras de producción petrolera de Venezuela, ofrecidas por funcionarios públicos y el mismo presidente de PDVSA.
En la 101ra reunión de la Conferencia OPEP llevada a cabo en noviembre de 1996, la organización de los países exportadores de petróleo decidió tomar en cuenta las estadísticas de seis fuentes secundarias para corroborar que los miembros de la organización estaban cumpliendo con el sistema de cuotas establecido en 1982. Éstas seis fuentes estaban compuestas por: Cambridge Energy Research Associates (CERA), Centre for Global Energy Studies (CGES), Energy Information Administration del Departamento de Energía de los EE. UU. (EIA), Agencia Internacional de Energía (AIE), Petroleum Intelligence Weekly (PIW) y Platts. De las seis, he logrado obtener datos sobre la producción venezolana solamente de la mitad de las mismas, debido a que las tres restantes cobran sumas elevadas de dinero por sus productos estadísticos. No obstante, existen otras agencias y compañías que también ofrecen datos sobre la producción petrolera de nuestros países. A continuación presentare las cifras de producción de Venezuela para el mes de enero de 2009, ofrecidas por distintas fuentes:

Agencia Internacional de Energía: 2 millones 180 mil barriles diarios.

Energy Information Administration: 2 millones 240 mil barriles diarios.
(Departamento de Energía de los EE. UU.)

Platts: 2 millones 250 mil barriles diarios.

Bloomberg Charts: 2 millones 320 mil barriles diarios.

IDP Latin America: 2 millones 485 mil barriles diarios.
(Consultora latinoamericana independiente).

APSO: 2 millones 550 mil barriles diarios.
(Asociación de origen Holandesa que estudia el mercado petrolero).

Rafael Ramírez: 3 millones 187 mil barriles diarios.

La diferencia entre las cifra oficial y la de las fuentes secundarias se promedian en 822 mil barriles diarios. Algunos personajes apegados al gobierno aseguran que la diferencia se debe a que las cifras no incluyen la producción dada en la faja petrolífera del Orinoco, debido a su carácter de petróleo extra-pesado, sin embargo, la Agencia Internacional de Energía, la Energy Information Administration y APSO especifican que sus cifras sí incluyen la producción de la faja.
A finales del mes en curso, la compañía auditora inglesa Inspectorate fue contratada por el gobierno venezolano para auditar sus cifras de exportación, la compañía afirmó que Venezuela exportaba 2 millones 500 mil barriles diarios. Es decir, la cifra presentada por el ministro Rafael Ramírez podría ser verdad, si le sumamos el consumo interno de petróleo calculado en 600 mil barriles diarios.
Para sumar a la confusión PDVSA alega que exportó en diciembre de 2008, 495 mil barriles diarios a China y la Administración General de las Aduanas Chinas dice que sólo recibió 168 mil barriles diarios. ¿A quién le creemos?
Un gobierno debería trabajar para mantener informado a su pueblo de todas las acciones ejercidas por el mismo, y más cuando se trata del primer sector económico del país. En una democracia es necesaria la transparencia y la rendición de cuentas de manera constante, sino la misma se empieza a debilitar, ya que los gobernantes esconden y/o manipulan la información del desempeño del Estado, el mismo Estado que según la Revolución Bolivariana, ahora es de todos. No es posible que el gobierno sólo busque aclarar la situación (a través de la decisión de contratar a Inspectorate) cuando necesita aparentar estabilidad y rendimiento al momento de solicitar préstamos en el extranjero (Japón y Brasil), debido a su inédito nivel de endeudamiento y su crítica situación financiera.
Independientemente si nos encontremos a favor o en contra de un gobierno, siempre debemos cuestionar y corroborar la información ofrecida por el mismo y más si es de una naturaleza tan delicada como lo es el petróleo para los venezolanos. Y en cuanto a la producción petrolera de Venezuela, todavía no conocemos la verdad, sólo podemos anhelar que algún día se divulgue.

Ernesto Bello

domingo, 24 de mayo de 2009

¿Qué Hacer?

Muchas veces nos preguntamos esa pregunta cuando nos damos cuenta de que, luego de haber marchado tanto, de haber acudido con tanta insistencia a los órganos del Estado, no logramos evitar el avance de la tiranía. Nuestros espacios institucionales se agotan, y cada día las manifestaciones de calle logran menos. Si bien es cierto que en un tiempo nuestras marchas y demostraciones obstaculizaron el avance del régimen en su campaña para destruir la libertad de los venezolanos, ahora resulta, más que antes, que las manifestaciones de calle y los documentos oficiales son insuficientes frente aun tirano obsesionado con el poder. Para que su ego alcance este objetivo él tiene que reducir la libertad y la dignidad de los venezolanos al mínimo. Luego de aplastarnos y someternos, el podrá disfrutar sin restricciones los bienes del Estado, para complacer sus placeres y ambiciones internacionales, su delirio de imitar las glorias de Fidel Castro. Nosotros los venezolanos que tenemos un mínimo de dignidad, que apreciamos la libertad y que admiramos las instituciones republicanas, debemos hacer todo lo que sea necesario para evitar el crecimiento de este tirano.

Si es que ya agotamos los medios institucionales, si es que ya las manifestaciones públicas no detienen la ferocidad del tirano y sus lacayos, la pregunta obvia que nos podemos hacer los venezolanos cívicos es ¿qué hacer? ¿Cómo detenemos el avance del régimen? ¿Qué hacemos para salvaguardar lo poco de libertad que todavía preservamos? Lo que los venezolanos debemos aceptar es que el momento para la lucha institucional, las demostraciones de calle y la oposición leal está llegando a su fin. Por más que Ledezma lo intente, por más que nuestros gobernadores y alcaldes defiendan nuestros espacios, el servilismo de las instituciones del Estado al Tirano es irreversible. ¿Qué hacer? Hay varias actitudes que podemos asumir, una de ellas es desertar el país. La otra es aceptar el problema, olvidarlo y luchar como podamos para sobrevivir bajo las nuevas condiciones. O podemos continuar la lucha política por otros medios. La primera es la acción más racional, y responde a los principios más fundamentales de la supervivencia añadida a un amor mínimo por la libertad. La segunda consiste sencillamente en arrodillarnos al régimen, aceptar su dominación y vivir como esclavos de la tiranía. Esta es la condición más servil y lamentable en la que un ciudadano puede vivir, aceptar su propio sometimiento. La tercera es donde se requiere de mucha virtud y valentía y es de donde nacen los héroes.

Para los intereses de este artículo sólo hablaré de la tercera opción. Para ello retomaré la argumentación de mi artículo anterior. El tiranicidio es un acto de heroísmo desde un punto de vista ético, porque decapita a un régimen viciado que oprime la libertad de ciudadanos en una república. El problema fundamental de este acto es que requiere de un héroe, un ciudadano con unas características físicas y morales muy específicas difícilmente de encontrar. Les hablo del tiranicidio porque en momentos en los cuales las condiciones objetivas de nuestra forma política están alcanzado un punto en el que ya no son totalmente inútiles para nuestro interés fundamental, que es la protección de la libertad. Luego de esto los ejemplos dramáticos son la única salida cuando el amor por la libertad es sencillamente insuperable.

La pregunta subsiguiente sería, ¿hay en este país alguien o algunos dispuestos a poner en riesgo y sacrificar lo poco de bienestar que la república les puede dar? Es cuando volvemos al problema del individualismo crónico, y a las condiciones morales de un pueblo formado por individuos que, totalmente obsesionado con los pequeños beneficios que pueden exprimir del sistema, mantienen la cabeza baja y prefieren una vida de servilismo a la gloria que consigo trae el servicio a la república y a la libertad. Yo establezco que está llegando el momento de que nuestro compromiso con la libertad no se limite a manifestaciones de calle y a entrega de documentos oficiales o a quejas dirigidas a órganos oficiales del Estado. El momento para esas movidas se acabó. En este momento esas instituciones ya han sido completamente sometidas por el régimen, y su accionar estará siempre dirigido a protegerlo de las amenazas internas. Hacer el papel de una oposición leal en un sistema político que fortalece al tirano es formar parte de la misma estructura que fortalece su dominio. Lo que antes era una oposición que frenaba sus ambiciones, hoy es un fundamento para legitimar su fachada democrática. Toda la fuerza de la institucionalidad está comenzando a apuntarse a reprimir y perseguir a los líderes de oposición. Cada día guardan menos las apariencias, porque cada día se les agota más el discurso legitimador, y para compensar acuden al uso arbitrario de la fuerza. Cuando ellos han quebrado la constitucionalidad de tal manera que ni nosotros podemos refugiarnos en ella sin fortalecer a nuestro enemigo, llega la hora de dar los ejemplos dramáticos y las acciones dirigidas a un verdadero derrocamiento del tirano. La primera opción es el tiranicidio. Me pregunto ahora ¿hay alguien que en este país esté dispuesto a correr ese riesgo?


Lysander

Familia, marchas y comodidad

Siendo este el último – por ahora – de mis artículos relacionados con el individualismo crónico de los venezolanos, escogí tratar dos temas, uno estructural y fundamental para el progreso de cualquier sociedad, que es el tema familiar. El otro mucho más coyuntural y reciente, relacionado con las marchas que se han llevado a cabo estos últimos años y las cuales seguirán ocurriendo.

Una de las principales razones por la cual los venezolanos somos tan individualistas se resume en una palabra: familia. Nunca voy a abogar que otros asuntos sobrepasen en importancia a la familia, pero sí hay formas de crear un equilibrio entre las necesidades de nuestros seres queridos y las necesidades de la sociedad y del Estado. Aquellos miembros familiares que mantienen económicamente a la familia, tienden a pensar que no pueden poner en peligro su fuente de ingreso (su empleo o empresa), ya que tienen que mantener a sus hijos, esposas o esposos. A pesar de que esta forma de pensar es comprensiva y lógica, no siempre es correcta o justa.

Sé que lo correcto o lo justo es relativo, ya que depende de las concepciones de cada quien. Sin embargo, existen ciertas acciones que son irrefutables. Cuando el silencio de un empleado o patrón, causa que otros cometan acciones de manera irrestricta y perjudiquen a terceros, entonces la necesidad de mantener a una familia se convierte en una escusa cobarde y sumamente nociva para los demás. La gran mayoría de mis lectores dirán que para ellos lo más importante son sus familias y sus seres queridos y si eso requiere obviar ciertas anormalidades, pues bien, que así sea. No nos damos cuenta que justificando nuestras acciones o mejor dicho, falta de acciones, lo que logramos es que se afiancen costumbres corruptas e individualistas, que terminan creando un ambiente negativo para nuestra familia, la cual intentábamos proteger en un principio.

Como lo he dicho en innumerables ocasiones las acciones menos individualistas nunca son fáciles de hacer, más bien al contrario son las más difíciles de llevar a cabo. Mi propósito no es hacer que cambien sus acciones, sólo que tomen responsabilidad por las mismas. Si se quedan callados, si obvian e ignoran delitos cometidos, por miedo a las represalias, sepan que sus acciones causan daño grave y hasta a veces irreparable y permanente. No hay como negarlo. La mejor forma para facilitar la decisión de crear un equilibrio entre familia y sociedad, es la sinceridad y la comunicación entre los miembros de una familia. Si al momento de dar inicio a una familia tu pareja conoce tu manera de pensar, tu manera de tomar decisiones, tus valores, y aun así te acepta, se te va a hacer mucho menos complicado o difícil tomar una decisión que seguramente sería mal vista en una familia en la cual no existiese comunicación suficiente o conocimiento de sus miembros.

La idea no es satisfacer requerimientos materiales de corto plazo, muchos de los cuales son dispensables, es ofrecer a nuestros hijos valores, principios, educación y herramientas que los ayuden a mediano y largo plazo. A la vez asegurar y mejorar la calidad del ambiente en donde se van a desempeñar en un futuro, es decir el Estado venezolano.

Ahora el tema de las marchas, a pesar de que las considero necesarias e importantes para dar a conocer una opinión o para rechazar y protestar medidas excluyentes, antidemocráticas y dañinas por parte del gobierno, no son las única opción que tenemos los opositores para luchar. Más importante es la organización que tanto le falta a la oposición. Me dirán que es un problema de la dirigencia política, y tienen razón, pero no exclusivamente. Estar informado de lo que ocurre en el país y nos desfavorece, es una característica indispensable para lograr consolidar la oposición, tener presente tanto nuestro derechos como nuestros deberes es fundamental para conocer el grave estado de la democracia y la sociedad venezolana y finalmente les recuerdo que sí es posible encontrarse preocupado, informado y atento a la situación del país y no desarrollar una patología mortal, ya que muchos emplean la escusa de la salud para no participar, para no leer, para no discutir, o para no luchar. Todavía no hemos entendido que la lucha no sólo es en contra del gobierno, sino en contra de la apatía, de la desidia, del oportunismo, del conformismo, del abuso, pero principalmente del individualismo que encontramos en la sociedad venezolana.

“La gota de agua horada la piedra, no por su fuerza sino por su constancia.” Publio Ovidio Nasón

Ernesto Bello

domingo, 17 de mayo de 2009

¡Que tristeza!

En un principio tenía previsto exponer el tema de la familia y el individualismo, sin embargo, mi creciente indignación me hace dirigirme a ustedes como ciudadano venezolano preocupado por la apatía y el desinterés de los venezolanos. Estas palabras van dirigidas principalmente a aquellos que nos encontramos en contra del gobierno y no hacemos nada. Aclaro que no todos los opositores son apáticos e indiferentes, pero casi la totalidad si lo es.


Bueno suficiente introducción. Tristeza, tristeza es el sentimiento que deberíamos sentir todos. Hemos perdido nuestro país y habernos quedados con los brazos cruzados nos hace cómplices. No es posible que la única forma que nos sintamos afectados es si las acciones del gobierno nos perjudica directamente… ¡
que egoísta somos! El gobierno se ha convertido en una entidad monstruosa, acercándose a la omnipotencia. No existe división de poderes alguno, se manipula y se esconde la verdad, se encarcela a los inocentes y se defiende a los culpables, se afianza la corrupción descontrolada (nunca antes vista), se expande y se consolida la inseguridad, el secuestro, la droga, se excluye a la mitad de la población, se confiscan empresas y tierras arbitrariamente, se despilfarra más de 850 mil millones de dólares, se aplasta la cultura distinta al proceso revolucionario, se divide la sociedad, se hunde la economía, se burla la democracia, se destruye el país, y como no nos afecta directamente, no nos importa, nos hacemos la vista gorda. Que tristeza. Nos controlan, controlan nuestro futuro en el país y nos da igual. Que tristeza. Estamos exclusivamente atentos de la situación cambiara, porque la misma limita y condiciona nuestros viajes, nuestras compras y nuestra diversión.


Nos da igual (¡sí! no hacer nada es como si nos diera igual) no vivir en democracia, es más, nos da igual no conocer un concepto mínimo de los que es la democracia. Nos da igual que otros sufran, que otros abusen, nos da igual que el futuro de nuestros hijos y de los jóvenes este en la cuerda floja. Que tristeza. Todo lo mencionado arriba e innumerables acontecimientos más están acabando con el Estado, y no hacemos nada, absolutamente nada. Que tristeza.


Somos culpables. Que sabroso es quejarse a puerta cerrada y en la comodidad de nuestros hogares. Que fácil es esperar que otros luchen por nosotros. Que conveniente es enfrentar las amenazas, cuando ya están tocando la puerta. Que chévere es solventar todos los problemas yéndonos de vacaciones, a la playa, a reuniones familiares, a fiestas, a rumbear, y olvidándonos de la grave y crítica situación por la cual atraviesa la nación venezolana. Que culpables somos. Me da tristeza en lo que se ha convertido el venezolano. Que indignación, que dolor…que tristeza.


Casi todos ustedes (mis pocos lectores) dirán: “¿Qué le pasa?”, “¿Quién se cree?”. Mi respuesta a este tipo de comentarios es que no me creo nada más que lo que soy. Estoy seguro de que he cometido errores igual que todos ustedes, sin embargo intento corregirlos, enmendarlos, mejorar. No podemos seguir actuando como unas ovejas apoderadas por el miedo. Tenemos la capacidad de cambiar, de transformar nuestro país, nuestro hogar. Dejemos de tener tanto en cuenta el aspecto monetario de nuestras vidas, estudiemos y trabajemos para aportarle algo a la sociedad, para ir más allá, para hacer diferencia. Lo mencioné en mi artículo pasado, pero creo que es necesario recordarlo siempre: nada es fácil y mucho menos cuando nos enfrentamos a un gobierno tan poderoso y manipulador como éste. Lo más difícil de conseguir y reunir es la voluntad de seguir, de seguir en Venezuela, de luchar por democracia, de velar por los derechos de todos, y creo que muchos la tenemos, quizás no la sabemos aprovechar o no la sabemos direccionar adecuadamente, pero sí la tenemos.


Suavizando un poco el tono, jamás es tarde para cambiar. Por más diminutas que sean nuestras acciones, siempre serán válidas, debemos hacer algo, debemos protestar, debemos expresarnos, debemos construir, debemos aportar, debemos discutir, debemos interesarnos, debemos informarnos, debemos luchar… por lo tanto, debemos cambiar. No vivimos solos, pero además no sólo podemos vivir para nosotros.


Siempre vamos a poder hacer más… piénsenlo.


Ernesto Bello

Sobre el tiranicidio

En el pensamiento político occidental hay un tema al que se ha recurrido cada cierto tiempo, y no por pedantería intelectual, sino por la paralela recurrencia de un fenómeno que exige su reaparición: el tiranicidio. El gran dilema de la filosofía política es cómo justificar un acto tan inmoral como el asesinato, tan sólo porque ciertos individuos en las sociedades libres alcanzan condiciones concretas que pareciera que obligan a su eliminación. Es claro que aquí estoy hablando de los tiranos, y es claro, también, que el tema del tiranicidio siempre será recurrente en la medida en que los tiranos continúen apareciendo en la historia de nuestros pueblos. ¿Cómo podría justificarse de alguna manera un acto homicida sea cual fuere? ¿Puede el cristianismo tolerar un acto criminal sólo por ser la víctima un tirano? Santo Tomás de Aquino dio la respuesta cuando estableció que; “Aquél que mata a un tirano (i.e. un usurpador) para liberar a su país, es alabado y recompensado.”

Reflexionemos un poco sobre la naturaleza de la tiranía. Aristóteles establece como principio para diferenciar a los regímenes virtuosos de los regímenes corruptos sobre la relación que mantienen con el bien común. Si el gobierno actúa observando siempre que sus acciones preserven, defiendan y reproduzcan el bien común, pueden ser considerados como regímenes virtuosos. De esta manera el filósofo distingue a la Monarquía, a la Aristocracia y a la Democracia como los regímenes virtuosos. Cada una de estas formas tiene su correspondiente corrupto, cuyo principio no es la protección del bien común, pues a éste se le aparta, se le ignora y hasta se le destruye, y en su lugar el gobierno ejerce el poder para el beneficio particular y privado de los gobernantes. De esta manera la Aristocracia se convierte en Oligarquía, la Democracia se convierte en Oclocracia y la Monarquía se trastorna en Tiranía. Esto no quiere decir que para desembocar en una tiranía sea necesario vivir en monarquía; no son excluyentes y Aristóteles va a dejar claro que las combinaciones pueden ser variadas: es decir, de una democracia se puede degenerar en tiranía.

La segunda noción que se debe manejar para comprender la tiranía es el de usurpación. Para que pueda haber usurpación es necesario que exista un complejo de tradiciones normativas positivas y/o consuetudinarias que sirvan para reglamentar la vida política de una comunidad. Este complejo normativo se distingue por ser legítimo, en la medida en que las personas sometidas a él lo interpretan como justo o aceptable, y están dispuestos a obedecerlo voluntariamente sin necesidad del uso de la coacción. La usurpación es la apropiación del poder político de la comunidad rompiendo con este complejo normativo, bien sea en su totalidad, como hacen los dictadores a través de un golpe de Estado, o tan sólo en sus principios, como hacen los demagogos a través de la corrupción paulatina de las mismas instituciones. Todavía queda una cualidad indispensable para entender a la tiranía, y es que debe haber un tirano. Tiranía se distingue, entonces, por ser un régimen cuya acción política se orienta al beneficio de los gobernantes en detrimento del bien común, a la usurpación del complejo normativo legítimo y a que es encabezado por un líder personalista que representa el prototipo del tirano.

De estos principios vamos a deducir una premisa general: el régimen más injusto de todos es la tiranía, porque no sólo atenta contra la libertad de los ciudadanos de una república, sino que, además, al estar sujeta a los caprichos y pasiones de un individuo, la injusticia con que se puede ejercer el poder arbitrario es superior, ya que es claro que la determinación perversa de un individuo puede ser más fuerte que la de un grupo. El problema que planteo es; ¿cómo debemos entender el acto del tiranicidio? ¿Virtud o vicio? ¿Cómo debemos tratar con el tiranicida? ¿Héroe o delincuente? La respuesta no es clara, pero podemos abordarla desde varios puntos de vista. El primero es que el tiranicida a través de un solo acto criminal elimina a un criminal en masa que es el tirano. El segundo es que la necesidad de la libertad trasciende las condiciones morales del espíritu humano, y si bien el homicidio es un crimen moral imperdonable, el tiranicidio es un acto ético de heroísmo. Moralmente no se puede justificar, pero si hay algo que Maquiavelo descubrió es que la política y la moral son dos fenómenos separados con reglas diferentes y con consecuencias opuestas. Lo que es de la política es la ética, cuyos principios son coyunturales y no universales, cuya finalidad es el bienestar de la comunidad, no la salvación del individuo. Establezco categóricamente que el acto exitoso de asesinar a un tirano es digno de alabanza. La salvación del alma es un problema individual por el cual ni la comunidad ni la política, pueden hacer nada al respecto.

Distingo dos formas de tiranos comunes en nuestras sociedades de Occidente. El primero es el dictador, de naturaleza pretoriana, cuya usurpación es evidente por sí misma, ya que recurre al uso de las armas y de la violencia para hacerse con el poder sin escatimar (o al menos haciéndolo ineficazmente), sobre la fachada institucional de su régimen. El segundo es el demagogo, cuyo método es menos drástico, pero no menos eficaz, ya que no usurpa el poder legítimo a través de las armas, sino a través del discurso, que se convierte en su arma más poderosa para administrar otro tipo de violencia, ya no pretoriana, sino popular; y por su naturaleza discursiva, el demagogo logra la gran parte de las veces disfrazar la usurpación de su régimen frente al pueblo, adulándolo y engañándolo, para hacerle creer que le favorece, cuando en realidad lo esclaviza. Este debate no es de pequeña importancia, porque si de acciones se debe hablar, este es un tema que desde antiguo se ha debatido, y cuyas consecuencias para Venezuela discutiremos en la siguiente entrega.

Lysander.

domingo, 10 de mayo de 2009

El individualismo crónico II: soluciones y características

Todos los seres humanos somos individualistas en algún momento del día, de la semana o del mes. La idea no es erradicar el sentimiento individualista en nosotros, sino lograr disminuirlo. Esto no es una hazaña fácil y mucho menos expedita, y no podemos olvidar que el individualismo en las personas NUNCA se va a poder lograr disminuir de manera forzosa o impuesta. El principal elemento que nos puede ayudar a lograr una sociedad menos individualista es por su puesto la educación, sin embargo, existe otro método que es menos mencionado y el cual puede llegar a tener un peso igual e inclusive mayor que el de arriba. Me refiero al concepto de “dar el ejemplo”. Es asombroso como una acción que parece no ser dirigida a nadie, tiene tanto efecto sobre los demás. Por ejemplo, un padre puede jactarse de divulgar una retorica de responsabilidad, de disciplina, de trabajo, pero si el mismo no la práctica, sus palabras se desvanecen en el aire. Al contrario, es posible que un padre no ejerza una retorica fuerte sino que se dedique a vivir de una manera poca individualista, honesta, responsable, justa, y lo más probable es que sus hijos observen ésta manera de llevar la vida y la adopten. Es el mismo caso en la política, si un gobernante tiene un discurso agresivo, excluyente y amenazador, entonces sus seguidores van a convertirse en personas agresivas, excluyentes y amenazadoras. Yo creo que muchos no tenemos presente la influencia que puede tener sobre nosotros las acciones de una persona que admiramos, respetamos o inclusive rechazamos. Los padres tienen que dar el ejemplo, los profesores tienen que dar el ejemplo, los patrones tienen que dar el ejemplo y los dirigentes de cualquier índole tienen que dar el ejemplo.

La mejor forma de mermar el individualismo crónico en las personas, sería adoptando un retorica menos individualista así como dando el ejemplo de las acciones a seguir. Un individuo puede que tenga un cargo de ministro, viceministro o gobernador y necesita hacer un trámite, esa persona tiene que dar el ejemplo haciendo su trámite de manera transparente, legal y de igual forma como lo haría un don nadie. Todo político tiene que mantener presente que él va a ser el ejemplo de la sociedad y por lo tanto tiene que vivir su vida de una manera digna de ser seguida (imitada), independientemente de su nivel, cargo o poder. El que no tenga ésta capacidad, que no opte por un ser un líder.

Existen personas que utilizan la excusa del sistema, como barrera para salirse del rebaño y empezar a dar el ejemplo. Las personas verdaderamente menos individualistas logran ignorar el sistema y accionar a favor de la sociedad, independientemente de las amenazas, de los atentados o de las burlas. Puede que sean tentadas todos los días por sobornos, por privilegios o por beneficios y de igual forma mantienen la cordura y rechazan éstas tentaciones. Esas personas son las dignas a seguir.

Por las desigualdades dadas o naturales entre diferentes grupos sociales, es aceptable que las personas menos favorecidas puedan ejercer actitudes más individualistas. Con sus respectivos límites, por supuesto. En cambio, las personas que poseen privilegios, deberán dar ejemplos de acciones menos individualistas.

Lamentablemente en la sociedad venezolano esto no ocurre, las clases pudientes, es decir que la clase media y la clase alta son peores y más individualistas que las más humildes. ¿Por qué? Una persona humilde, generalmente es criada en un ambiente inseguro y de violencia, con carencias afectivas y educativas y privada de las oportunidades económicas que poseen las otras clases. Una persona de los estratos superiores – generalmente – es criada en un ambiente de amor y de cariño, asiste a todos los niveles de educación y posee la capacidad económica suficiente para gozar de la gran mayoría de los privilegios que ofrece la modernidad. Después de todo esto, la persona de las clases altas sigue siendo igual a la humilde, de manera que sólo busca su beneficio personal, sólo estudia para ganar beneficios y no por ofrecerlos y lo peor de todo es que se considera diferente al populacho. Entiendo que éstas son palabras fuertes y sé que no aplican a la totalidad de los casos, pero lo preocupante es que sí se notan en la mayoría de ellos. Existe una diferencia de forma, más no de fondo entre las clases venezolanas. Algunos se van de viaje a Higuerote y otros a Nueva York, unos comen con cubiertos de plata y otros con unos de plástico, unos aspiran poder comprarse un Fiat y otros un BMW. A pesar de toda la educación, la seguridad alimentaria, los beneficios y las oportunidades de las cuales han gozado la clase media y la clase alta, siguen siendo en su mayoría igual de individualistas que la clase humilde y por lo tanto son peores que la misma.

Por si pretenden tildarme de comunista, marxista, leninista, castrista o cualquiera de esos adjetivos ideológicos, sepan que como les expuse en mi artículo anterior: en lo absoluto considero que las mencionadas arriba son la solución para Venezuela, más bien me encuentro en contra de ellas y bastante en el centro del espectro político y promuevo y apoyo la empresa privada, la libertad más que la equidad, pero principalmente la democracia verdadera (de la cual hablare en un futuro artículo). Sin embargo, a pesar de pertenecer a la clase media, me doy cuenta que la misma no se diferencia de los menos privilegiados, la misma no piensa sino es sí misma y la misma únicamente lucha cuando sus beneficios se ven amenazados. No lucha para proteger los derechos de otros, para crearle privilegios. No se preocupa en estudiar qué es la democracia, en cómo debería funcionar o cómo podemos fortalecerla. Tendemos, al momento de escoger un gobernante, tomar en cuenta qué es lo que el mismo nos ofrece a nosotros. Lo correcto es preguntarnos qué es lo que ese candidato ofrece para la sociedad en su totalidad, para el Estado venezolano, así no nos beneficie a nosotros.

Para contrarrestar las palabras mencionadas arriba, que muchos las consideraran de carácter chocante y equivocas, a continuación me refiero a otro aspecto de la naturaleza humana y venezolana. En innumerable oportunidades, tendemos a menospreciar la capacidad o la potencialidad de los seres humanos, y más que todo de nosotros los venezolanos. Decimos que los ciudadanos de los países desarrollados son mejores que nosotros, son más inteligentes y más capaces, pero estas palabras no son ciertas. Bajo las circunstancias adecuadas los seres humanos y los venezolanos somos capaces de lograr cualquier objetivo y sobrepasar cualquier obstáculo (la historia no los ha demostrado). Los avances en las telecomunicaciones a nivel global, principalmente la internet nos permite estar igual de informados, de educados y de preparados que los demás ciudadanos del mundo, aprovechémosla. No es aceptable que pensemos que somos inferiores, que somos incapaces, que somos débiles. Demostremos lo contrario. ¡Si somos capaces! Eso sí, sin perseverancia no hay éxito, sin sufrimiento, sin obstáculos, sin sorpresas… no hay victoria verdadera.

La democracia perfecta no existe, no existe nada perfecto, pero siempre vamos a poder optar por la perfección, por intentar adquirir lo mejor posible y por poder mejorar lo que tenemos. Esto, no lo podemos olvidar.

Quizás yo no seré una persona como la que he intentado describir arriba, pero la tengo presente y siempre intento serla. Algún día lo lograré, y sino moriré intentándolo. Por más pequeño que sea el cambio, es un cambio y es válido, siempre es válido.

No existen soluciones mágicas. Rara vez la salida correcta va a ser rápida, corta y barata… o sin sufrimiento.

Ernesto Bello