domingo, 17 de mayo de 2009

¡Que tristeza!

En un principio tenía previsto exponer el tema de la familia y el individualismo, sin embargo, mi creciente indignación me hace dirigirme a ustedes como ciudadano venezolano preocupado por la apatía y el desinterés de los venezolanos. Estas palabras van dirigidas principalmente a aquellos que nos encontramos en contra del gobierno y no hacemos nada. Aclaro que no todos los opositores son apáticos e indiferentes, pero casi la totalidad si lo es.


Bueno suficiente introducción. Tristeza, tristeza es el sentimiento que deberíamos sentir todos. Hemos perdido nuestro país y habernos quedados con los brazos cruzados nos hace cómplices. No es posible que la única forma que nos sintamos afectados es si las acciones del gobierno nos perjudica directamente… ¡
que egoísta somos! El gobierno se ha convertido en una entidad monstruosa, acercándose a la omnipotencia. No existe división de poderes alguno, se manipula y se esconde la verdad, se encarcela a los inocentes y se defiende a los culpables, se afianza la corrupción descontrolada (nunca antes vista), se expande y se consolida la inseguridad, el secuestro, la droga, se excluye a la mitad de la población, se confiscan empresas y tierras arbitrariamente, se despilfarra más de 850 mil millones de dólares, se aplasta la cultura distinta al proceso revolucionario, se divide la sociedad, se hunde la economía, se burla la democracia, se destruye el país, y como no nos afecta directamente, no nos importa, nos hacemos la vista gorda. Que tristeza. Nos controlan, controlan nuestro futuro en el país y nos da igual. Que tristeza. Estamos exclusivamente atentos de la situación cambiara, porque la misma limita y condiciona nuestros viajes, nuestras compras y nuestra diversión.


Nos da igual (¡sí! no hacer nada es como si nos diera igual) no vivir en democracia, es más, nos da igual no conocer un concepto mínimo de los que es la democracia. Nos da igual que otros sufran, que otros abusen, nos da igual que el futuro de nuestros hijos y de los jóvenes este en la cuerda floja. Que tristeza. Todo lo mencionado arriba e innumerables acontecimientos más están acabando con el Estado, y no hacemos nada, absolutamente nada. Que tristeza.


Somos culpables. Que sabroso es quejarse a puerta cerrada y en la comodidad de nuestros hogares. Que fácil es esperar que otros luchen por nosotros. Que conveniente es enfrentar las amenazas, cuando ya están tocando la puerta. Que chévere es solventar todos los problemas yéndonos de vacaciones, a la playa, a reuniones familiares, a fiestas, a rumbear, y olvidándonos de la grave y crítica situación por la cual atraviesa la nación venezolana. Que culpables somos. Me da tristeza en lo que se ha convertido el venezolano. Que indignación, que dolor…que tristeza.


Casi todos ustedes (mis pocos lectores) dirán: “¿Qué le pasa?”, “¿Quién se cree?”. Mi respuesta a este tipo de comentarios es que no me creo nada más que lo que soy. Estoy seguro de que he cometido errores igual que todos ustedes, sin embargo intento corregirlos, enmendarlos, mejorar. No podemos seguir actuando como unas ovejas apoderadas por el miedo. Tenemos la capacidad de cambiar, de transformar nuestro país, nuestro hogar. Dejemos de tener tanto en cuenta el aspecto monetario de nuestras vidas, estudiemos y trabajemos para aportarle algo a la sociedad, para ir más allá, para hacer diferencia. Lo mencioné en mi artículo pasado, pero creo que es necesario recordarlo siempre: nada es fácil y mucho menos cuando nos enfrentamos a un gobierno tan poderoso y manipulador como éste. Lo más difícil de conseguir y reunir es la voluntad de seguir, de seguir en Venezuela, de luchar por democracia, de velar por los derechos de todos, y creo que muchos la tenemos, quizás no la sabemos aprovechar o no la sabemos direccionar adecuadamente, pero sí la tenemos.


Suavizando un poco el tono, jamás es tarde para cambiar. Por más diminutas que sean nuestras acciones, siempre serán válidas, debemos hacer algo, debemos protestar, debemos expresarnos, debemos construir, debemos aportar, debemos discutir, debemos interesarnos, debemos informarnos, debemos luchar… por lo tanto, debemos cambiar. No vivimos solos, pero además no sólo podemos vivir para nosotros.


Siempre vamos a poder hacer más… piénsenlo.


Ernesto Bello