domingo, 10 de mayo de 2009

Sin Virtudes Cívicas, los venezolanos no pudieron defender su Libertad.

Existen dos tipos de enemigos de la libertad en las repúblicas: las potencias extranjeras y los tiranos internos. Si entendemos la libertad como anteriormente la hemos discutido, es decir, no como licencia, sino en cuanto a una forma de vida particular que consiste en la participación activa en el ámbito público, entendemos que la libertad se hace efectiva a través del autogobierno. Es más, da lo mismo hablar de libertad que de autogobierno. La ausencia de autogobierno, ya bien sea producto de una dominación extraña o por la indiferencia de autogobernarse, significa necesariamente el fin de la libertad. De aquí que cuando una comunidad no tiene el privilegio de darse a sí misma su propio gobierno, podemos afirmar sin espacio a duda que no disfruta de libertad.

Ahora bien, como mencioné anteriormente, dos son las fuerzas que pueden privar a una comunidad de autogobierno; el primer caso es cuando la comunidad tiene que rendir cuentas de alguna manera ante una potencia extranjera o extraña a la comunidad, independientemente de los grados múltiples de dominación que esto acarree. El grado de dominación ejercido determinará el nivel de autonomía, pero la autonomía no es igual a libertad. Libertad es ausencia completa de dominación y capacidad plena de autogobierno. La autonomía hace referencia sólo al grado de sometimiento que se padezca, pero donde hay sometimiento o dominación, no hay libertad ni en el más mínimo de los grados. En palabras simples, como lo entendían los antiguos, ser libre es no tener dueño, no ser esclavo de nadie, es ser dueño de uno mismo, es autogobernarse.

El segundo enemigo de la libertad son los tiranos. Cuando un individuo o una facción se hacen con el control de la cosa pública, es decir, del gobierno, y lo administran a modo de propiedad privada, con la finalidad de saciar sus propios deseos, sin tomar en consideración el interés público, o sólo cuando hacerlo les convenga personalmente, esto equivaldría a un robo, sólo que el objeto robado no es propiedad de alguien, es decir, no es propiedad privada, sino que es robada la propiedad pública, es decir, lo que a todos pertenece por vivir en comunidad. Esto se llama usurpación, que no es más que el acto de la tiranía. Cuando una comunidad es objeto de la usurpación de un tirano, o un grupo de ellos, es equivalente a decir que una persona y su familia sean esclavizados por el vecino, precisamente porque aniquila la capacidad de autogobierno del sujeto. La diferencia recae sólo en que la naturaleza de la usurpación del tirano es pública y la del esclavista es privada; y se diferencia ésta forma de dominación de aquella ejercida por una potencia extranjera, en que ésta última es equivalente a ser esclavizado por un extranjero y no por un vecino.

La libertad del autogobierno no es, sin embargo, totalmente vulnerable a la potencia de los extranjeros y de los tiranos. La defensa de ésta libertad es lo que en la República se llama virtud cívica. Un ciudadano es virtuoso cuando el resultado de su accionar político es el fortalecimiento de la libertad de la comunidad. Sin embargo, como el gobierno, o la cosa pública, es propiedad de la comunidad y no de unos particulares, no depende de la virtud de algunos particulares el defender la libertad, sino de la virtud generalizada de los ciudadanos en su conjunto. De ser sólo pocos los ciudadanos con virtudes cívicas, la libertad de la República es débil frente a las amenazas previamente discutidas. Es por esto que las virtudes cívicas tienen que pertenecer a las costumbres más o menos afianzadas en la colectividad de los ciudadanos.

La república que se había difícilmente constituido en Venezuela a partir de 1959 pudo ser posible por la virtud de los líderes que la encabezaron, que con la fuerza de su ejemplo dieron confianza a los ciudadanos venezolanos, y en unión derrotaron a la tiranía. La defensa de la libertad de ésta república descansó por cuatro décadas en los hombros de los líderes políticos. En cambio, la sociedad, complacida por el éxito de la libertad sobre la tiranía de Marcos Pérez Jiménez, se relajó y se dedicó a crecer privadamente. Fueron los tiempos de mayor prosperidad del pueblo venezolano, precisamente por su capacidad para trabajar y enriquecerse. Sin embargo este crecimiento que era de tipo material, era políticamente muy débil, no por la corrupción del liderazgo político, sino por la carencia de virtudes cívicas de los ciudadanos. De haber estado los venezolanos involucrados con mayor rigor en la política de la república, las fuerzas corruptoras que asedian el alma de los líderes políticos habrían sido reducidas, al menos por una mayor cantidad de tiempo. Sin embargo esto no sucedió, y los ciudadanos complacidos con la paz, tranquilidad y prosperidad que les brindó la república, no pensaron en pagarle de vuelta con la vigilancia característica de las virtudes cívicas. El resultado fue la corrupción de las virtudes de los líderes que, apoyados en un sistema de partidos, debilitaron la libertad en nombre de intereses creados dentro del seno de esos mismos partidos. La estructura burocrática del Estado, como la de los partidos mayoritarios, obstruyeron los canales de participación política de los ciudadanos, y al avanzar este proceso de descomposición, tarde o temprano los venezolanos se dieron cuenta que era demasiado tarde. El daño estaba hecho, la libertad había sido reducida. De la frustración y el descontento producto de la corrupción de los líderes políticos y de las burocracias gubernamental y partidista, surge el llamado al cambio radical, a la destrucción de la presente estructura, y la apertura del camino hacia la tiranía.

Queda claro que cuando la gran masa de ciudadanos frustrados por el colapso de la libertad republicana, hace el llamado de cambio, el cual es atendido por la figura del líder carismático, supuestamente reformador, el riesgo de la tiranía se hace presente. Este engaño lleva al suicidio colectivo de una sociedad que, al carecer de virtudes cívicas, es incapaz de ver con claridad el modo adecuado de defender la libertad. Hugo Chávez no es más que la consecuencia de un proceso de decadencia de las instituciones republicanas, de la muerte de la libertad y de la incapacidad de los ciudadanos venezolanos de detener este proceso. ¿Por qué? Porque sólo se promovió el deseo individualista de enriquecimiento personal y nunca se les fue inculcado el valor indispensable de las virtudes cívicas.

Lysander.